Monday, April 6, 2009

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!
Introducción


“Canción de otoño en primavera” por Rubén Darío
El paso del tiempo en las personas y el hacerse mayor en inevitable; durante
este cambio, las personas sufren sentimientos que no pueden controlar y que después se vuelven en recuerdos. En “Canción de otoño en primavera,” Rubén Darío mediante un lenguaje poético y uso de figuras literarias hace hincapié en el efecto que tiene en las personas el hacerse mayor y los diferentes amores que quedaron atrás.


Desarrollo

El poema consta de 17 cuartetos y una estrofa de un solo verso. Todos los versos son de arte mayor por ser eneasílabos. Cabe recalcar que la rima del escrito es asonante en los versos pares como en los impares.

En “Canción de otoño en primavera” se aprecia un yo poético, “cuando quiero llorar, no lloro” (verso 3). En las estrofas 1, 5, 9, 13, y 17, se aprecia un estribillo “Juventud, divino tesoro,/! ya te vas para no volver!/ Cuando quiero llorar, no lloro,/ y a veces lloro sin querer…”. Esto destaca que el yo poético no es mas un joven, si no que ya se esta haciendo viejo y le da nostalgia por eso. Con el uso del símil recuerda cuando era más joven como casi como un niño,“ Yo era tímido como un niño” (verso 13). También mediante el uso de encabalgamiento el autor identifica que no hay amor o juventud eterna, “ sin pensar que la Primavera/ y la carne acaban también…” (versos 48 y 49).


Conclusion

Finalmente, se puede concluir que nada en la vida es eterno desde la juventud hasta un gran amor.